Historia de Estrato Volcán por Germán Ponce - Año 2013
El próximo 21 de Abril se cumplen 25 años del último
show de Estrato Volcán. Pensaba hacer una mención al respecto, pero me fui
entusiasmando y de a poco empecé a escribir la historia del grupo como yo la
recuerdo, a pesar de no haber estado ni en su gestación ni en su final. El
ciclo completo duró unos tres años y, en lo que a mí respecta, menos de uno,
pero fue uno de los tramos más emocionantes de mi vida, donde la posibilidad de
hacer música se vio satisfecha y los amigos que hice en aquella época aún perduran
hasta hoy.
PRIMERA PARTE - LOS COMIENZOS
Como dije antes, no estuve durante el proceso de
gestación de la banda, pero los vi actuar desde tempranas épocas.
Allá por fines de 1984 yo había dejado de tocar en
Crisis, una banda heavy emparentada con el estilo de Riff, donde me ocupaba del
bajo. Fueron sólo dos conciertos donde participé (Anfiteatro de la Universidad y
Biblioteca Segat en una Peña de Ingeniería), donde pensé que ya me había sacado
el gusto de tocar en una banda de rock. La falta de equipos y la intención de
los otros tres miembros de la banda de continuar su carrera universitaria en la
ciudad de Córdoba hicieron que, iniciado 1985, se cortara definitivamente la
actividad.
Sin embargo, había sido un año donde me había
relacionado con el ambiente y conocido nueva gente y lugares. Uno de ellos fue
“Ser, el café de las Artes”, un bar ubicado en la calle Sobremonte, entre
Buenos Aires y Colón, a mitad de camino entre la entrada de la Galería del Cine y la entrada de la otra galería
abierta frente a la plaza. Anteriormente había sido un restaurant llamado “El
Aljibe” y mucha gente aún lo denominaba bajo ese nombre. Ese era un punto de
reunión típico del ambiente rockero, hippie, psico-bolche o como quieran
llamar, alejándose de la imagen que, pocas cuadras más allá tenía Gibbons, con
un perfil más de “caretaje” según los habitués del “Ser”. Allí concurría
asiduamente en vena totalmente “gasolera” y era capaz de pasar horas sin
siquiera consumir un café, cosa que hacían muchos y que no generaba ninguna
oposición por parte de los propietarios y/o encargados del local.
En una de esas tardes sin hacer nada, después de la
salida de la universidad, me encontraba solo en el local a eso de las 6 de la
tarde cuando me encuentro con Gabriel Sola, a quien conocía desde sus épocas de
tecladista de Principio, una banda que se autodefinía como una onda “Pink Floyd
primeras épocas”. Me comenta de una nueva banda que tiene y que están por hacer
su debut en los próximos días en una peña universitaria en Gorriones. Su
comentario de “onda Whitesnake” me interesó y me comprometí a verlos en ese
concierto inicial.
Al jueves correspondiente (los jueves eran los días de
peñas universitarias) aparecí por Gorriones con la intención de verlos. Por esa
época, yo participaba en todas las peñas universitarias acompañado de mi
guitarra y armónica tocando temas de León Gieco, Pedro y Pablo y otros próceres
del rock nacional, tan en boga después de Malvinas. Quien estaba en la puerta
con las entradas, me reconoció y me invitó a cantar en la apertura de la peña,
a lo que contesté que no y que sólo venía para ver una banda que estaba
programada. Ante su insistencia y mi sí fácil, entré munido de mi guitarra
(siempre la llevaba en el auto) y me encontré con la banda que en ese momento
estaba haciendo la prueba de sonido. Me fui al escenario y, después de las
presentaciones formales, la organización dispuso el comienzo de la fase
“artística” de la peña, por lo que subí al escenario a interpretar mis tres
canciones de rutina. Luego siguieron otros músicos también programados y
posteriormente se largó el cuartetazo, típico en aquellas reuniones. La banda
no tocó. Pregunté y me dijeron que estaba programada para el corte después de
los cuartetos, a eso de la 1:00 o 1:30 de la mañana. Al día siguiente me tenía
que levantar temprano y me perdí la posibilidad de verlos allí, pero hablando
con Marcelo Género (guitarrista y cantante) me dijo que me podía acercar a su
casa, donde ensayaban y escuchar su música allí. Grande fue mi sorpresa cuando
me enteré que vivía a unas tres cuadras de mi casa. Al fin y al cabo éramos
vecinos, al igual que el baterista, que también vivía en el barrio.
De a poco, me fui haciendo frecuente en los ensayos y
participando a veces en alguna zapada fuera del ensayo mismo, usando una vieja
guitarra Symphony que los hermanos Género tenían por ahí. A veces, ni siquiera
llegaba a un ensayo, ya que sólo éramos los dos Género (Marcelo y Gustavo) y
yo. El padre del baterista (Eugenio “Rulo” Zandarín) había fallecido en esos
días y por lo tanto había suspendido su asistencia. El bajista (Quito Noguera)
apareció sólo una vez coincidente con mi presencia. Y Fofó (Gabriel Sola), que
había sido mi “puente” para conocer a los miembros de la banda, prácticamente
ya no venía. En un momento, el que dejó de ir fui yo, ocupado con exámenes en la Facultad. En ese momento
cursaba mi último año de Ingeniería Química en la UNRC y no veía la hora de
terminar. Mi mente estaba saturada después de 7 años de estudio y mi cabeza
buscaba nuevas experiencias.
INVIERNO ROCK
Comenzado el invierno de 1985, alguien tuvo la idea de
organizar un festival de rock juntando a varias bandas y solistas del momento.
El lugar elegido fue la cochera de una vieja casa en la calle Bolívar, entre
Gral Paz e Yrigoyen. La cochera estaba ubicada en la parte trasera de esa casa,
donde funcionaba un restaurante, llamado justamente “La Casona”. No recuerdo cómo,
entré en contacto con el organizador, quien me habló del programa que tenía en
mente. La banda estrella sería aquella que, en ese momento, era la más popular:
Deimos, conformada por Gabriel Radaelli en guitarra, con quien nos conocíamos
desde niños; Luis Bagatolli en bajo, quien fuera mi antecesor como bajista en
Crisis y Marcelo Frankel en batería, un pibe que me había sorprendido con su
habilidad y juventud una vez que lo vi tocando con otro viejo amigo de la
infancia, Hugo Mario “Polo” García, y Daniel Fushimi, el japonés dueño de la
disquería “Melody” (donde hoy está la entrada por Sobremonte de la Galería del Cine) donde tantas veces nos
encontrábamos revolviendo bateas. Sorpresivamente encontré a Estrato Volcán en
el programa, así como también otras bandas para mí no tan conocidas, como una
flamante Distorsión, donde tocaba Quito Noguera, que había dejado Estrato,
acompañado por Carlos “Peti” Radaelli, el hermano menor de Gabriel, en batería
y un guitarrista que también sorprendió por su capacidad: Mariano Villegas. Del
resto, sólo recuerdo como solista a Rubén “Huevo” Fernández, que también se
prendía en cuanta reunión rockera había.
Curiosamente, poco antes de empezar, hablando con el
organizador y comentándole de mis actuaciones en las peñas universitarias, me
ofreció participar del evento, justamente como número apertura. Como ya dije
antes, mi sí fácil no se hizo rogar y tomando mi guitarra y armónica, que por
supuesto llevaba en el auto, canté dos temas dando por iniciado el Festival
Invierno Rock. No recuerdo qué fue lo que canté, pero sí recuerdo que no fue
posible escucharme sobre el escenario ni tampoco ver a la gente que estaba
abajo. Los reflectores en la cara me mataron. No ligué ningún tomatazo o algún
otro objeto contundente por lo que supongo debo haber estado aceptable.
La aparición de Estrato Volcán en escena me significó
una sorpresa. A los hermanos Género en las guitarras, se les había sumado
prácticamente lo que anteriormente era Principio (Gabriel Sola en teclados,
Julio Aranguez en bajo y Fabián Zanini en batería). Desde aquella vez en que no
los pude ver en el debut, sólo habían tocado una vez, con Gustavo Género
moviéndose de la guitarra rítmica a la batería reemplazando a Rulo Zandarín,
quien ya he mencionado estaba de luto. En el Invierno Rock, su tercera
presentación, mostraban también su tercera alineación diferente, algo que iba a
ser una constante en la vida de la banda.
ACERCANDOME
Después del reencuentro en La Casona, volví a visitar los
ensayos, pero siempre sólo con los Género. El resto de la banda no aparecía
nunca y, según palabras de Marcelo, las relaciones se habían enfriado. Poco
después, me fui con él a Vadinho intentando hablar con el dueño para concertar
una posible actuación en ese local. Como íbamos a entrar de “colados” con la
excusa de hablar con el dueño, Marcelo me dijo que si me preguntaba sobre quién
era, debía mencionar que era un nuevo guitarrista a prueba en la banda.
Finalmente no pasó nada, no hubo acuerdo en Vadinho, pero pocos días después,
recibí el ofrecimiento formal de Marcelo de integrarme a la banda. La propuesta
era la siguiente: Gustavo dejaría la guitarra rítmica para pasar al bajo y yo
tomaría la segunda guitarra y acompañaría a Marcelo en el frente haciendo los
coros, cosa que el resto de los integrantes no quería hacer. A eso se sumó la
vuelta de Rulo en la batería y la banda quedó conformada como cuarteto.
MI DEBUT – CUARTO SHOW DE LA BANDA, CUARTA FORMACION
DISTINTA
Empezamos los ensayos, donde yo tocaba con esa vieja
Symphony roja que hacía falso contacto por todos lados. No tenía ni guitarra ni
amplificador ya que mis instrumentos se limitaban a una guitarra acústica y una
armónica, usados permanentemente en las peñas universitarias de los jueves.
Justamente allí fue el escenario para una nueva presentación el 19/09/85.
También en Gorriones, al igual que el concierto debut de la banda, con una
guitarra prestada por Daniel Díaz, de Dossier y un pedal cedido por Hugo
Medina, de Huanaco Rock, tocamos tres temas que fueron bien recibidos por el
público, si bien no nos llevamos una gran ovación. Los otros músicos que
estaban en la programación nos felicitaron y recuerdo un comentario de Hugo
Medina sobre Marcelo, preguntando si su guitarra (una Faim Stratocaster) estaba
“tocada”. Cuando le dije que no, contestó: “Ah, bueno! Se ve que se escuchó
todos los discos de Purple y Zeppelín”. Recuerdo también que entre la gente
estaba el “Nacho” (El Guapo más popular”) que en ese momento estaba en su
momento de gloria y que tendría mucho que ver en lo que vendría.
SEGUNDO RECITAL – DIA DEL ESTUDIANTE
Durante la semana habían hablado con Marcelo de que
podríamos llegar a tocar en el Normal, como parte de los festejos del Día del
Estudiante. El evento se iba a realizar el viernes 20/09 a la noche en el patio
del colegio. Según lo que recuerdo, Marcelo había solicitado que hubiera un
sonidista y eso no estaba considerado por la organización, por lo que se pensó
que el sonido no iba a ser adecuado y finalmente no tocamos.
El sábado 21 llegó la primavera y Gustavo se fue a
Alpa Corral con unos amigos. Los tres restantes nos juntamos en la casa de los
Género, donde siempre ensayábamos en uno de los dormitorios, acondicionado como
sala de ensayo (con un colchón contra la ventana del lado de afuera apuntalado
con dos tirantes de madera para no molestar a los vecinos y con la puerta del
otro dormitorio sobrepuesta sobre la de éste). A eso de las 4 de la tarde,
tocan el timbre y nos encontramos con la sorpresa del Nacho, que tocaba esa
noche en Sampacho para una fiesta del día del Estudiante y que necesitaba
urgente un baterista como reemplazo del suyo que no estaba disponible ese día.
Lo venía a invitar al Rulo quien, como amante del rock progresivo, ni pensaba
en tocar cuarteto, ni tampoco nunca había tocado. El Nacho se sentó en la
batería y le dijo: “Tenés que hacer así” y tocó un ritmo base. “Y cuando yo
bajo el brazo, vos parás. Es fácil”. El Rulo no sabía qué decir, hasta que el
Nacho tiró la frase clave: “Y vénganse los tres y de paso se tocan algo con la
banda”. Ahí nos entusiasmamos. El Rulo se olvidó del posible “desprestigio” que
podía significar el tocar cuarteto y ya empezamos a arreglar cómo hacer para ir
a Sampacho. El tema era que el evento estaba organizado conjuntamente con la Municipalidad de Rio
Cuarto y la de Sampacho, donde participaban artistas de ambos lados. Desde el
Teatro Municipal, a las 6 de la tarde saldría una Traffic con todos los
protagonistas y había lugar disponible. Nos comprometimos a estar a esa hora e
inmediatamente nos pusimos a ensayar considerando algo importante: Gustavo no
estaba. De esa manera, decidimos actuar como trío, haciéndome yo cargo del
bajo. Afortunadamente, disponía de un viejo bajo Faim que me había prestado un
compañero de la facultad (Jorge Pécora, quien allá por los 70 fue integrante de
Goma de Mascar, entre otras bandas). Ese bajo yo lo había reacondicionado cuando
tocaba en Crisis, pero aún así no estaba en las mejores condiciones. Sin
embargo decidimos ir con ese para no llevarnos el de Gustavo sin su
consentimiento.
A las 6 de la tarde aparecimos por el teatro. La Traffic estaba allí, lista
para salir y el Secretario de Cultura (Miguel Besso) estaba coordinando todo.
Cuando nos presentamos nos dijo “Y ustedes quiénes son? No están en el
programa”. El Nacho salió en nuestra defensa argumentando que estaba sin
baterista y que lo había invitado al Rulo, extendiendo también la invitación al
resto de la banda. Miguel dijo: “Llevate el baterista solo. Los otros no
vienen”. Su justificación era que, al no estar programados, el evento se
extendería demasiado, demorando el comienzo del cuarteto y del baile, que era
lo que la gente quería. El Rulo no quiso ir si no íbamos todos tal cual el
Nacho nos había invitado. La opción se flexibilizó a “Viajan, pero no tocan”,
lo cual no nos ayudaba mucho. Finalmente, el Nacho salió con la propuesta que
solucionó el asunto: Él haría dos entradas, con un intervalo de unos 20
minutos. Si nosotros accedíamos a tocar en ese momento, Miguel no tenía
inconvenientes en que entráramos “fuera de programa”. A nosotros nos pareció
una buena salida. Con tal de tocar…
Cargamos los instrumentos en la Traffic y salimos rumbo a
Sampacho. En el camino fuimos pergeñando una idea. Si mi bajo era viejo, le
podíamos garronear el intrumento al bajista de la banda del Nacho. Lo fuimos
charlando al bajista durante el viaje y finalmente accedió. No tenía problemas
en prestarme el bajo. Cuando lo sacó de la funda nos llevamos una sorpresa. El
de él era más viejo que el mío. Paradójicamente terminó tocando él con el que
llevé yo.
Apenas llegamos, se preparó todo para la fiesta, que
se realizó en la cancha de básquet del club local. Paredes altas y duras y
techo de chapa galvanizada parabólico. Ideal para un sonido espantoso. Primero
subieron todos los artistas locales. Habían preparado 4 números y en realidad
fueron las mismas 6 personas que tocaron en los cuatro números combinados de
distinta forma (solistas, dúos o tríos). Interpretaron todos temas de moda y
algunos clásicos de fogón. Cerraron todos juntos cantando Argentina es nuestro
hogar, aquella versión local que se hizo con varios artistas, equivalente al
USA for Africa. Luego vinieron los músicos riocuartenses (sólo recuerdo a Rubén
Fernández que, como dije antes, estaba en todas) y después se largó el baile.
Mientras la banda tocaba íbamos analizando el sonido y
concluimos que, al tocar como trío y no tener una base de una segunda guitarra,
iba a tener que darle rosca al bajo. Marcelo me dijo “Subile un poco el volumen
al equipo y tocá con púa en vez de con los dedos para que suene más fuerte,
sino el sonido va a quedar como pelado”. Seguí las instrucciones cuando llegó
nuestro momento y, sin que el Rulo se bajara de la batería, hicimos un set de
tres temas, cerrando con “Camina, no te quedes”, nuestro “éxito” del momento.
En el primer tema nos miraron con atención y para el segundo algunos se
animaron con palmas. En el último hasta hubo gente que bailó. Nos bajamos muy
conformes aunque, arriba del escenario, no escuchábamos nada. El rebote era
terrible y no había línea de retorno, por lo que no sabíamos qué era lo que
habían escuchado desde abajo. Apenas bajamos las escaleras nos encontramos con
los músicos locales que nos felicitaron por la actuación y sobre todo por tener
temas originales. Nos decían que ellos también componían, pero si no tocaban
canciones conocidas, que pasaran por la radio, nadie les daba bola. A nosotros
sólo nos interesaba saber cómo había estado el sonido y debemos haber parecido
un poco pesados ante la continua insistencia al respecto. Finalmente nos
contestaron: “salió aceptable, aunque el bajo tapaba todo”.
SEGUNDA PARTE
LAS GIRAS A ACHIRAS – LA SEGUIDILLA DE CONCIERTOS DEL 86
y MI DESPEDIDA
Estaba entusiasmadísimo. En un año como miembro de
Crisis, apenas si habíamos tenido dos conciertos (más otros dos frustrados) y
unos pocos ensayos y en tres días con Estrato Volcán ya había igualado la marca
y casi la supero si se concretaba lo del Normal en la noche previa al día del
Estudiante. Aparte habíamos tocado en Sampacho, saliendo de Río Cuarto, lo que
para mí era como salir de gira.
El rearmado de la banda insufló nuevos aires y entusiasmo.
Marcelo constantemente aportaba no sólo temas nuevos, sino que también les
hacía la letra y los arreglos para todos los instrumentos. Caía un día al
ensayo y tocaba la melodía del nuevo tema, al tiempo que me decía “Vos hacé la
base así” y a Gustavo: “vos hacé esta línea de bajo” y para el Rulo “y vos con
la batería dale chaka-taka-chaka…”. Muchas veces sacamos los mejores arreglos
tocando entre los dos sentados en la parecita del frente de la casa de él, con
las dos guitarras desenchufadas. No hacía falta el volumen (que sobraba dentro
de la piecita). También se notaba la falta de equipos, sumada a nuestra
inexperiencia en sonorización. Entonces, como es habitual, en la sala de ensayo
cada uno escucha todos los instrumentos, menos el suyo, que le parece tapado
por los otros. Entonces sube el volumen de su ampli, lo cual genera una acción
similar en el otro guitarrista (y también en el bajista). Poco después, la sala
es una bola de ruidos donde todos los equipos (encima de mala calidad) están
sobresaturados, el baterista también quiere imponer presencia y le da con alma
y vida y quien canta queda con la garganta a la miseria tratando de hacerse
escuchar. Y a pesar de todo esto, la pasábamos bárbaro.
ACHIRAS 1
En el medio de esa vorágine, alguien llegó con la
propuesta de ir a tocar a un evento (creo que escolar) en Achiras. Los Género
son de allí, por lo que se puede decir que la banda jugaba de local. Aquí la
memoria me falla un poco y me parece creer que los equipos los pusieron allá,
sino no entiendo cómo pudimos meter todo en el Renault 4 que yo tenía por
aquella época y que servía de transporte a la banda. Creo que rebatimos el
asiento trasero y allí pusimos la batería y los demás instrumentos, más Gustavo
y el Rulo acomodados donde pudieron. En esa oportunidad, mi amigo Pedro Lemo
fue quien tuvo que suministrarme la guitarra ya que la Symphony no daba para
tocar en vivo. Llegamos pocos minutos antes de comenzar el evento ante un
montón de chicos y chicas que gritaban. Enchufamos, marcamos 4 y adelante, en
medio de un escenario casi totalmente a oscuras. El lugar, un galpón (gimnasio
del Club Los Incas) donde el sonido rebotaba para todos lados y nosotros sin
saber siquiera qué era lo que escuchaba la gente (por supuesto sin parlantes de
retorno). Interpretamos nuestro set mientras la gente seguía saltando y
gritando como si fuéramos Los Beatles. O tal vez el alcohol ya había corrido lo
suficiente e iban a gritar igual sea quien sea el que estuviera sobre el
escenario. Abrumados por el barullo de la gente y el rebote de la música hubo
algo que pudimos escuchar claramente: una terrible pifiada en el blues que aún
recordamos al día de hoy. Uno de los amigos de Marcelo, ex bajista de su banda
Vox Rock, power trío onda Vox Dei / Pappo´s Blues fue el encargado de manejar
mi “Maxibocho” de Philips y grabar la actuación en cassette. El sonido es
realmente lamentable y sólo se lo entiende si uno estuvo allí, pero puedo
tratar de hacer el esfuerzo de subir algo para que se entienda en qué
condiciones tocábamos hace más de 25 años.
LA PIECITA
Como había entusiasmo y temas nuevos, los ensayos se
intensificaron y seguir haciéndolo en la casa de Marcelo y Gustavo podía ser
una tortura no sólo para los padres sino también para los vecinos, por lo que
nos pusimos a la búsqueda de un lugar para ensayar. Al poco tiempo apareció una
posibilidad en una piecita de unos 4 x 4 m en la planta alta de un garage en la
esquina de Moreno y Gaudard. Tenía una entrada independiente y no estaba
conectada a ninguna otra habitación de la casa. Nos venía bárbaro. El tema era
juntar los fondos para pagar el alquiler y la cosa se solucionó sumando al
negocio a otra banda del barrio: Dossier. Mario vivía a tres cuadras de casa,
Pety también andaba por ahí y pronto volvió Fernando, también del barrio. Ellos
también estaban interesados en encontrar un lugar propio y en realidad no sé si
la piecita la vieron ellos y nos invitaron a nosotros o viceversa. La cosa que
dividir el alquiler entre ocho era bastante económico. Acordamos los horarios
que le tocaría a cada banda y eso siempre se respetó. En los fines de semana,
ellos ensayaban de 4 a
5 y nosotros de 5 a
6. Si después queríamos seguir, normalmente terminábamos en zapadas más que en
ensayos. También venían otros amigos, miembros de otras bandas, donde recuerdo
a Mariano Villegas, Fabián Staffolani y David Di Palma entre otros. Tanto
Mariano como David eran también de la zona (El Enano vivía en mi misma manzana)
por lo que es claro que el Oeste riocuartense ha aportado bastante al rock de
la ciudad (podemos sumar a Fabían Zanini y los Radaelli, también del Oeste, más
algún otro que seguro me estoy olvidando).
La piecita nos dio nuestro lugar donde podíamos hacer
a nuestro gusto (hasta relojear a las pibas de la casa de enfrente cuando se
cambiaban) sin sentirnos presionados y también colaboró para forjar una muy
buena relación con los miembros de Dossier.
Por esa época Marcelo se compró una guitarra nueva
(aunque usada): una Faim blanca tipo Les Paul, lo que me dio la oportunidad de
comprarle su Fratti Strato azul. Ya tenía el instrumento que me faltaba. No más
préstamos. Recordaba aquella frase de Hugo Medina el día de mi debut
preguntando si Marcelo tenía la guitarra tocada (por lo excelente de su sonido)
y me veía con un excelente instrumento en mi poder. En poco tiempo me daría
cuenta que eran los dedos de Marcelo lo que la hacían sonar así.
El fin de año llegó con una pequeña frustración. Días
antes de Navidad, se había organizado un evento en la Plaza con la participación
de varias bandas. Parecía que la cosa iba a que la que estaba, tocaba, sin
programa previo. Durante el ensayo de aquella tarde fuimos un avión. En la
primera pasada salieron todos los temas super ajustados. Tanto, que decidimos
no hacer una segunda para no estropear esa primera imagen. Cargamos los
instrumentos en la Renoleta,
junto con un par de amplificadores y mal supusimos que si no llevábamos todo,
se compartiría lo que faltaba. En nuestro caso, la batería ya no entró en el
auto. Encima, una vez llegados, hablamos con la organización para ver en qué
turno nos tocaba y nos quedamos esperando. Cuando llegó nuestro momento, fuimos
a pedirle la batería a la banda que había tocado antes y la respuesta fue un
“no”. Nos habíamos confiado y esperado hasta el final asumiendo que alguien nos
iba a prestar la batería y ahora ya no había tiempo ni siquiera para ir a
buscar la nuestra. Por supuesto que le dijimos de todo a quien nos negó el
instrumento, mucho antes de comprender que una batería no se presta tan fácil
como una guitarra. Lamentablemente, toda la ilusión que se había levantado
después de aquél ensayo no se pudo plasmar. En el tintero quedó una
modificación en el final de “Camina no te quedes” donde habíamos incluido los
acordes de “Jingle Bells” y la presentación de un cover de “Ana no duerme”, de
Almendra que nunca interpretamos en vivo. Es una versión con algunas variantes
sobre la original y que siempre me gustó mucho. Una vez pusimos el “Maxibocho”
en el medio de la pieza y grabamos parte de un ensayo. Allí quedó guardada
“Ana”, junto con un par de temas que pocas veces o nunca tocamos en vivo. Algún
día saldrán a la luz.
También nos invitaron a un festival en Alpa Corral, en el
Camping El Pelícano, frente al balneario. Fuimos varios intérpretes desde Río
Cuarto y recuerdo que arrancó Víctor Rapetti. Después vino Deimos bajo un cielo
que comenzaba a ennegrecer drásticamente. Al tercer o cuarto tema, se largó la
lluvia que amenazaba. Se desenchufó todo y corrimos a protegernos. Pensamos en
una típica lluvia de verano. Media hora y otra vez sale el sol. Pero no. A la
hora seguía lloviendo y el cielo continuaba totalmente cubierto. Los
organizadores decidieron suspender la actividad y nos quedamos sin tocar.
BATERISTA SE BUSCA
El inicio de 1986 también nos traería otro problema. El
Rulo era incorporado a la colimba. Si bien la hacía en Holmberg, su
disponibilidad ya no era la misma y los pocos momentos que tenía de franco,
también los tenía que repartir entre la familia y la novia, que seguramente
tenían más prioridad que la banda. Sin embargo, qué era lo que hacíamos?
Esperarlo un año era demasiado tiempo de inactividad y buscar otro baterista
daría la sensación de que lo estábamos desplazando. La última opción fue la
elegida, con la promesa de que su lugar sería reservado y que, si cumplido el
servicio decidía volver a lo de antes, se acababa la “temporalidad” del
baterista reemplazante. Aún así, creo que el Rulo se sintió como que lo
dejábamos afuera, pero no podíamos parar en ese momento cuando veníamos embalados.
Y comenzaron las audiciones. Intenté contactar al Negro
Pérez, mi ex compañero en Crisis, pero estaba estudiando en Córdoba, teníamos
también la opción de que Gustavo pasara del bajo a la batería y buscar un
bajista. En medio de eso, tuvimos ensayos con Fabián Staffolani en el bajo y
Gustavo en la batería y también Daniel López, de Dossier, ocupó los tambores
durante algunos ensayos mientras veíamos cómo subsanar la ausencia del Rulo.
ACHIRAS 2 – LA GRAN
ODISEA
En medio de eso, durante el verano, recibimos la visita
de Lucas Marcheggiano, un porteño al que los Género habían conocido hacía unos
años en Achiras, ya que la abuela de Lucas vivía allí y él normalmente pasaba
las vacaciones en las sierras. Un día de visita por Río Cuarto con la pregunta
de si no íbamos a ir a Achiras a pasar algún fin de semana y, de repente, la
idea: Lucas tocaba el bajo en una banda en Buenos Aires. Y si nos íbamos todos
a Achiras y tocábamos allá? En una tarde intentamos ponerlo al tanto de los
cuatro o cinco temas que tocábamos con más frecuencia y planeamos la gira.
Iríamos al boliche del pueblo a ofrecerle al dueño tocar “por el sanguche y la
coca” el viernes a la noche y el sábado a la tarde le propondríamos lo mismo al
bar ubicado en el balneario. Quedaba por solucionar la logística. El
alojamiento se solucionó rápido: “vienen todos a la casa de mi abuela”, dijo
Lucas. Pobre la abuela que, sin saberlo, se encontró a la noche con 5 jóvenes
rockeros que le tomaron la casa (aparte de las bebidas que tenía en la heladera).
Y digo cinco, porque Mariano Villegas se prendió en la empresa. Los otros
problemas eran: los equipos y el transporte. Por esa época Gustavo estaba
tocando en una orquesta que animaba bailes, por lo que a través de él
conseguimos que el “dueño” de la orquesta, Pedro Bazzano (aquél que quiso
organizar el frustrado RC Rock en el ex cine Rex en Octubre de 1984), nos
prestara no sólo un amplificador / mezclador de 6 entradas sino que también nos
diera su Torino 300 con trailer para el transporte de los equipos. Mi Renoleta
quedó para él como garantía. El otro tema fue que el Rulo se había llevado la
batería y nos faltaba un instrumento difícil de conseguir prestado. Allí fue
gracias al Negro Pérez, que estaba en Río Cuarto dada la época veraniega que
nos facilitó la batería que él prácticamente ya no usaba. La orquesta tenía
show el sábado a la noche en la Tanguería
Medianoche, en la planta alta de Rigar’s, esquina de
Sobremonte y Rivadavia. Teníamos que volver con todo el sábado a las 12 de la
noche para permitir que pudieran armar con tiempo antes de iniciar el show para
el que estaban contratados (y donde Gustavo tocaba el bajo).
Y allá partimos por la Avenida San Martín (todavía era
doble mano), con un “banner” que no recuerdo quién dibujó, con el nombre de la
banda (decía “Strato Volcán”) colocado en la luneta del Torino con el trailer
atrás con la batería y el resto de los equipos. Tres guitarristas (Marcelo,
Mariano y yo), Lucas al bajo y Gustavo en batería para una nueva formación de
la banda en su corta vida que aún no llegaba al año.
Durante el viaje ya empezamos a sufrir los primeros
problemas. Aparte de la ruta, que era un muestrario de pozos, la lona con que
cubríamos el trailer no estaba bien atada y se volaba a cada rato. Encima
estaba ya reseca y los mismos golpes de viento la iban rajando. Como si fuera
poco, el Torino tenía problemas con el embrague y costaba un triunfo poner los
cambios, sobre todo las marchas bajas. Cada vez que parábamos para arreglar la
lona, teníamos que colocar el auto en primera y darle arranque. Salía
corcoveando hasta que tomaba régimen. Así llegamos a destino.
Hablamos con el dueño del boliche local y aceptó nuestra
propuesta. Aún era temprano y no íbamos a interceder con la hora normal del
baile, que arrancaba a eso de la 1 de la mañana. Calculábamos tocar a
medianoche. Empezamos a armar los equipos y en medio del trabajo, en un
rinconcito pequeño, alguien dice que se siente olor a quemado. Tarde nos dimos
cuenta de que el amplificador / mezclador que nos habían prestado estaba
echando humo. Yo nunca aporté amplificador para mi guitarra. Me conectaba en el
de Marcelo que tenía dos entradas, por lo que la rotura de este equipo cambió
todo. Las dos guitarras fueron al ampli de Marcelo, mientras que tuvimos que
colocar un solo micrófono (para que Marcelo y yo cantáramos a lo John y Paul)
conectado al equipo de bajo. Y Mariano se tuvo que quedar mirando ya que no
había más entradas disponibles. Ese concierto no lo grabé, y me parece que hice
bien. Lo poco que pudimos escuchar fue una bola de ruidos ininteligibles.
Algunos tibios aplausos coronaron la actuación del grupo, sin saber si lo
hicieron por compromiso o porque les gustó. Al menos estaba bastante oscuro y
no nos deben haber identificado tan fácil. Levantamos campamento y a después de
quedarnos un rato allí (no había muchas ganas de reventar la noche) nos fuimos
a la casa de la abuela de Lucas.
Dormimos tirados en el piso del comedor y a la mañana
siguiente, la abuela nos sorprendió con un desayuno con facturas para todos.
Eso nos hizo levantar un poco el ánimo y nos fuimos preparando para ir al
balneario después de comer. Cuando llegamos, aún no había nadie y después de
hablar y arreglar con el dueño del bar, empezamos a armar los pocos equipos que
teníamos. No habíamos terminado de armar, cuando se largó una lluvia torrencial
que duró toda la tarde. No fue nadie.
Así que nos quedamos zapando entre nosotros durante toda la tarde, donde
Mariano se desquitó de lo que no pudo tocar la noche anterior. Se tocó todo,
pero sólo para nosotros. Esperamos toda la tarde y, si bien la lluvia dejó de
ser torrencial, la llovizna que continuó sirvió para espantar a cualquier
turista de ir al balneario. Empezó a despejar a eso de las 8, pero para esa
hora teníamos que estar pegando la vuelta. Teníamos que devolver los equipos y
Gustavo tocaba a la noche. La odisea aún no había terminado.
A pesar de todo, la pasamos muy bien, nos divertimos y
compartimos buenos momentos. Armamos todo el trailer, lo que nos llevó bastante
tiempo y partimos de vuelta rumbo a Río Cuarto. Alguien encontró una jeringa y
la colgó del espejo retrovisor. Volvimos cantando en el auto, con Gustavo al
volante y un incidente adicional. El embrague del Torino que andaba mal,
directamente se terminó de romper. La loneta trasera seguía mal armada y las
paradas en el camino a acomodarla fueron frecuentes. Y después estaba el
problema de arrancar y mover un auto sin embrague. Uno de los palillos de la
batería se había quebrado pero habían seguido tocando igual y los parches
parecían cara de adolescente de los pocitos que tenían. El viaje desde Achiras
nos demandó casi 3 horas en esas condiciones. Habíamos quedado en que a las 12
teníamos que estar devolviendo los equipos para que la orquesta arranque su
show a las 1:30 y veníamos con una hora de retraso, el ampli quemado y el auto
roto. Como si faltara algo, al llegar al cementerio, nos para un operativo
policial y nosotros en un auto prestado, sin los documentos correspondientes,
con leve tufillo a cerveza en el interior y con un menor sin carnet manejando.
Les dijimos de nuestro apuro para llegar a tiempo a entregar los equipos y nos
dijeron que no nos preocupáramos, que ya estábamos llegando tarde y una hora o
una hora y media era lo mismo. Aparte, Pedro ya había pasado preguntando si no
nos habían visto. No sé cómo, pero después de una breve charla y sin mediar el
famoso “y cómo lo podemos arreglar”, nos dejaron pasar sin castigo alguno, esta
vez conmigo manejando ya que llevaba el carnet de conductor. Y faltaba lo
último. Se imaginan lo que es manejar un Torino con trailer sin embrague un
sábado a la noche por Colón entre Constitución y Sobremonte? Debemos haber
tardado unos 10 minutos para hacer esa cuadra, ya que, al no disponer de
embrague, no podía meter la trompa para adelantarme a los autos que venían por
Constitución. Parecía que no llegábamos nunca. En la esquina siguiente, Pedro
estaba parado impaciente ya que el show debería comenzar en unos minutos. Ahí
se enteró que el amplificador / mezclador no estaba en condiciones. Tuvieron
que reacomodar los equipos y arrancaron el show enseguida, mientras yo me iba
con el Torino a estacionarlo en el baldío que estaba al lado de la Galería Río Cuarto, sobre calle
Gral Paz. Otro parto el de llevar el Torino sin embrague hasta allá pasando por
la Plaza,
doblando en Belgrano y tomando Gral Paz hasta el estacionamiento, donde también
se encontraba mi querida Renoleta. Un baldío que también tenía un recuerdo
afectivo para mí. A principios de 1985, en una especie de peña organizada por
el Centro de Estudiantes de Exactas, en ese lugar, donde había una carreta que
se usó como escenario, fue la última vez en que tocamos juntos con el Gallego
Asensio, un compañero de la
Facultad que fue quien me enseñó a tocar la guitarra y con
quien nos presentamos en muchas peñas universitarias. Esa misma noche, sobre la
carreta, también debutó una nueva banda que pronto daría mucho que hablar:
Deimos.
Y así terminó la odisea del viaje a Achiras. Un fin de
semana muy divertido pero donde nos pasó de todo. Lucas se quedó en Achiras y
nunca más volvió a participar de algo con la banda. Hoy es un reconocido
cineasta independiente que se ha llenado de prestigio con la película “El
ambulante”, que ganó 17 premios en festivales independientes por todo el mundo.
Aquella aventura bien podría dar para una película.
PIHUE CHOPP
Después de la aventura serrana, pasamos a inactividad (al
menos en conciertos) durante un tiempo. La falta de baterista hacía que los
ensayos fueran inconsistentes y no pudiéramos garantizar una continuidad para
entendernos bien. Al principio había dicho que “Ser, café de las artes” era el
punto de reunión del ambiente joven no orientado al caretaje. Poco a poco esa
gente fue migrando hacia Pihué Bar, ubicado en el subsuelo de la Galería Plaza Europea, donde
estaba otro bar histórico cuyo nombre ahora no recuerdo. Una de las novedades
consistía en que una de las bebidas de la carta era el mate (!!). Te traían el
termo con el mate, la bombilla y dos bolsitas, una de yerba y una de azúcar. Toda
una novedad para la época, lo que atrajo a todo el ambiente universitario.
Aparte, cada tanto daba lugar a algún número musical dentro del bar, aunque los
espacios eran reducidos. A medida que se fue acercando el verano, el dueño se
jugó por una nueva inversión. Rentó el baldío que era el lugar donde
antiguamente había estado la Galería La
Calle (al lado de la Galería Plaza
Europea) y la convirtió en un gran bar abierto al que llamó Pihué Chopp, que se
convirtió en el hit del verano. A mitad del terreno había preparado un
escenario donde habitualmente se presentaban números musicales. Lo único malo
era el viento, que se embolsaba entre las paredes del edificio Plaza Europea
por un costado, el ex banco de Italia en el otro y el edificio de la Policía por atrás. El
ambiente era muy lindo pero uno corría el riesgo de salir volando en cualquier
momento.
En Junio, el matrimonio compuesto por Ives Corneli y
Daniel Bruhn decidió dejar el país para radicarse en Italia y los amigos del
ambiente musical organizaron en Pihué Chopp una reunión de despedida a la que
invitaron prácticamente a todos los músicos de la ciudad. Por suerte, el
Veranito de San Juan contribuyó a que el clima sea agradable para una reunión
al aire libre. La chopería se llenó no sólo de artistas sino de gente que fue a
ver a ese festival casi espontáneo donde se vivió una atmósfera de total
camaradería como no vi nunca en los distintos eventos en que he participado.
Siempre hay gente que mira con recelo a quienes tienen gustos diferentes. Los folkloristas
con los rockeros, éstos a su vez entre ellos mismos si unos son acústicos y
otros heavy, etc. No vi eso en ese momento. Y había de todo. Desde las baladas
camperas del Negro Toledo, pasando por la música norteña de De Antiguos
Pueblos, el folklore proyección de Juntos y el Terto Benedetto, el rock
acústico de Ives y Daniel (que fueron quienes cerraron el evento), el rock and
roll de Estrato Volcán, el rock más elaborado de Deimos y Huanaco, hasta el
heavy de Dossier. Estuvieron casi todos y a mí me pareció fantástico.
Justamente Estrato Volcán, aún con la participación del Rulo en batería, fue el
encargado de abrir la sección artística cuando el sol aún no había caído. Otra
vez sonando sólo con los equipos de escenario y con un cassette grabado que
andará dando vueltas por algún lugar de mi casa.
SE REARMA LA
BANDA - EL RECITAL DE LA SEGAT
En esos momentos, se había desarmado Engendro y Fernando
Cassini había retornado a Dossier. A través de él nos contactamos con el
baterista de su ex banda para probarlo. La primera pregunta fue si tenía
batería y qué marca era. Por supuesto que tenía y respecto a la marca la
respuuesta fue “es una que armé yo, pero la hago sonar como quiero”. Lo invitamos
al ensayo y tenía razón. Sonaba muy bien, salvo algún defecto con los platillos
que no estaban en muy buenas condiciones. Pero lo principal fue que enganchó en
seguida con la onda del grupo, llevándolo encima a un estilo más hard que
rockanrolero. Lo confirmamos como reemplazo ocasional del Rulo, pero poco después
Marcelo Cepeda se convertiría en el baterista oficial de Estrato Volcán.
Ya estábamos a mitad de año y teníamos que organizar algo
para la presentación del nuevo integrante. La actividad de la Secretaría de Cultura
había bajado y el clima no daba para festivales masivos como los que se hacían
en la Plaza o
en Plaza Olmos. Lugares para tocar que presentaran algún número musical,
prácticamente no había y sólo Pihué Bar (la chopería cerró en el invierno)
podía ser una alternativa. Gibbons era otra posibilidad pero el estilo de la
banda no daba para ese ambiente. Entonces nos largamos a la aventura de
organizar algo por nuestra cuenta. Nos encargaríamos de todo: buscar el salón,
conseguir el sonido, promocionar el evento y tocar. Queríamos hacer todo por derecha
y hacernos cargo de todos los costos que esto pudiera ocasionar. El lugar
elegido fue la Biblioteca Segat.
En la parte trasera de la misma había un pequeño auditorio con entrada
independiente y un escenario que daba justo para esto. Ya en 1984, el Centro de
Estudiantes de Ingeniería había realizado allí una peña de estudiantes que
resultó pionera en la forma de organizar este tipo de eventos. Se había
intentado salir del formato tradicional de peña, donde se había empanadas y
vino y algo de música folclórica de fondo con alguno que tocaba la guitarra en
una zapada tipo fogón. Esa peña tendría una programación artística (a cargo del
Terto Benedetto) y posteriormente se daría lugar al baile. Probamos de poner
unos cuartetazos y fue un éxito. En las semanas siguientes todos los Centros de
Estudiantes empezaron a hacer peñas similares. Esa, específicamente, marcó mi
última actuación con Crisis, donde tuvimos a Gabriel Radaelli de invitado
reemplazando a Martín Ficco. Ahora, volvía a la Segat con otra banda de rock
y en un concierto organizado por y para nosotros. Los chicos de Dossier y otros
amigos que habitualmente venían por la piecita se prendieron y nos empezamos a
mover para llevar adelante el emprendimiento. Teníamos claro que el inspector
de SADAIC nos iba a caer así que quisimos blanquear la situación y fuimos a
SADAIC a preguntar por las condiciones. Casi nos morimos cuando nos dijeron: el
12% de lo recaudado con un mínimo de 25 Australes (pensar que cambiamos dos
veces la moneda después). Nosotros ya estábamos haciendo los afiches y salíamos
a la tardecita de pegatina por los lugares céntricos, más allá de la
transmisión boca a boca. Habíamos puesto la entrada en 1 Austral para hacerla
accesible y esperábamos que concurrieran alrededor de 100 personas. Eso
significaba tener que darle a SADAIC el 25% de lo recaudado ya que el 12% no
llegaba al mínimo. Nos parecía un robo considerando que las dos bandas
interpretaban temas de su propia autoría y no estábamos registrados. No
heríamos la propiedad intelectual de nadie. Sin embargo, pague o marche preso.
Ante mi reclamo, recuerdo las palabras de la empleada administrativa de SADAIC
(una compañera de la facultad): “es como que te cobramos un derecho por hacer
música”. Me daban ganas de ahorcarla. Es al día de hoy en que los de SADAIC no
cuentan con mi opinión positiva. Si bien entiendo que es una forma de proteger
los derechos de los autores y compositores, me parece que, como en muchos
lados, se benefician los que más tienen y poco reciben de compensación aquellos
de poca difusión. No conozco mucho de los detalles, pero me parece una especie
de mafia. Y pongo como evidencia este hecho. A quién le dieron los 25 Australes
que nos sacaron? Cómo protegieron los derechos de autor de Marcelo, Mario,
Daniel y quienes hayan compuesto los temas interpretados esa noche? Qué
compensación recibieron ellos por la difusión en vivo de sus obras? Nada.
Podemos decir que nadie estaba registrado, pero entonces que no nos cobren. Y
menos esa cantidad. Como era de esperar, el inspector pasó durante el concierto
y se llevó los 25 Australes correspondientes. Aparte de eso tuvimos que pagar
unos 5 Australes de AADI-CAPIF, más unos 12 de impuestos municipales. El
alquiler nos había costado unos 20 australes y el sonido lo puso Pedro Bazzano,
sin rencores después que le habíamos quemado el equipo en la gira a Achiras. Todo
desinteresadamente, al igual que la colaboración de Pety Rodríguez, ex
guitarrista de Dossier quien, con toda la onda, se encargó de armar un sistema
de iluminación basado en las tradicionales latitas de tomate con el foquito
adentro y unas gelatinas para dar color. Todo conectado a una cajita de switch
que él mismo construyó para la ocasión. Parte de la idea del concierto era
solventar los 30 Australes que nos costaba el alquiler de la piecita de ensayo.
Finalmente, 102 asistentes dejaron su colaboración en la boletería, lo cual
para nosotros significó un éxito rotundo, ya que las 100 plazas eran nuestra
estimación más optimista. Pero, 102-25-5-12-20-30 = 10 Australes de ganancia,
lo cual apenas nos alcanzó para un asado entre todos los que habíamos
participado en esto.
En la previa, y como parte de la difusión, conseguimos
que Víctor Rapetti nos cediera unos minutos en su programa de radio para
presentar a la banda y anunciar el concierto. Fuimos con Marcelo y me sentí
contento de mi primera experiencia frente a los micrófonos de una radio. Años
después, iba a ser nuevamente Víctor quien me daría la primera oportunidad de
tener mi propio espacio para la difusión de música, dentro de su programa
“Conociéndonos”.
También entramos en contacto con el diario Puntal y
logramos una nota que salió en la página central del Suplemento Che, junto con
la foto contra la pared (muy similar a la tapa del primer disco de Los Ramones)
que hace un tiempo postée en la página de Proyecto Rock y que también es la
portada de mi usuario Facebook. La foto fue tomada en la mañana del mismo día
del concierto (viernes 11 de Julio de 1986) y la nota completa salió publicada el
24 de Julio.
La noche del concierto finalmente llegó y Dossier abrió
con su habitual energía y un set en línea con lo que nos tenía acostumbrados.
Después llegó nuestro turno. La gente ya estaba bien puesta a punto tras la
parte de Dossier y quería más. Nosotros habíamos estructurado el recital en dos
partes. La primera consistía en formalizar la salida del Rulo. Uno de los
miembros fundadores no podía desaparecer así nomás y se merecía una despedida
sobre el escenario. Fueron cuatro temas, donde tres formaban parte del repertorio
habitual y el último fue un tema nuevo que nunca más volvimos a tocar. Estaba
en la lista de aquél frustrado recital en la Plaza a fin de año y recién lo mostramos al
público en esta ocasión, pero nunca más se volvió a hacer y era un tema que
daba para más. Entonces, Escape a la vida, Caminando en la cuidad, Juegos de
amor y Factor humano marcaron la despedida del Rulo, quien se fue en medio de
los aplausos de los presentes. Una baja de luces permitió la entrada del Negro
Cepeda y su presentación formal como nuevo baterista. Fueron cuatro temas
nuevos para su primer recital con nosotros: Derribando paredes, Ella baila,
Holocausto oriental y el final con un tema que pronto se convertiría en el
símbolo de la banda: “No dejes que muera el rock and roll”. El coro se
transformó en un himno donde todos participaron y, sobre los aplausos del
final, arrancamos con una coda: “Estrato Disco Show”, un cover de “Algo
escandaloso sucedió en el bazar de Wakeman y Fripp” de Los Redonditos de
Ricotta, con la letra adaptada. Hasta pidieron otra (que, en realidad, teníamos
preparada) y cerramos con el tema que, hasta ese momento, era nuestro caballito
de batalla: “Camina, no te quedes”.
Más allá del pobre resultado económico, desde el punto de
vista de realización, nos sentimos totalmente satisfechos. Habíamos armado de
la nada, con recursos casi mínimos, un concierto con dos bandas, que tuvo una
presencia de una cantidad de gente apreciable (100 personas era mucho para este
tipo de emprendimientos) y hasta salimos en los medios de comunicación. Sirvió
para que más gente se enterara de la actividad y fuéramos invitados en lo
posterior a otros festivales.
DIA DEL AMIGO Y DESPEDIDA
El próximo fue uno organizado para el Día del Amigo por
el Diario Puntal. La reunión fue en las instalaciones de la Asociación Bancaria,
frente a Plaza Racedo y compartimos cartel con Deimos y Dossier, aparte de
otros números folclóricos, acústicos y mimos. Sorpresivamente, el Huevo
Fernández no estuvo. Tocamos en segundo lugar, repitiendo el repertorio de la
segunda parte del recital de la
Segat, con similar recepción por parte del público. La
crónica salió en el Che del domingo 24/7, juntamente con la nota que nos habían
hecho un par de semanas antes.
En la seguidilla de conciertos ya teníamos agendado uno
en Pihué Bar para el 20 de Agosto, otro que no recuerdo dónde para el 29 de
Agosto y otro en la Sociedad Rural
para el 6 de Septiembre, este último coincidente con mi 24° cumpleaños. Sin
embargo, pocos días después del recital de la Bancaria iba a recibir
una noticia que cambiaría una vez más la historia de la banda.
En el mes de Marzo había terminado de rendir todas las
materias en la Facultad
y sólo adeudaba el Proyecto Final y una práctica profesional que era requerida
previa a la presentación del proyecto. Normalmente, la mayoría de mis
compañeros se conseguían una beca en la Oleaginosa Río
Cuarto por un mes y con eso cumplían los requisitos mínimos, pero las
autoridades de la Facultad
estaban en conversaciones con otras empresas y gracias a un contacto personal
de uno de los profesores, me fue ofrecida una práctica rentada en el área de
Procesos de Techint S.A. Era una oportunidad única que no podía dejar pasar y
que podría cambiar el curso de mi vida (de hecho lo hizo). Si bien la beca era
por un tiempo limitado, significaba tener que mudarme a Buenos Aires para
iniciar mi vida profesional allá. A mis casi 24 años y con la única experiencia
“laboral” de ser ayudante de cátedra en el Laboratorio de Tecnología Química en
la Facultad
(puesto que tenía desde hacía 3 años), no veía la hora de demostrar que podía
valerme por mí mismo, no depender del soporte económico de mis padres y plasmar
lo que me había llevado más de 7 años de estudio. La fecha acordada para el
inicio de mi nueva actividad fue el 23 de Agosto, lo que significaba que el
recital agendado en Pihué Bar para el 20 se iba a transformar en mi último.
Podíamos arreglar lo del 6 de Septiembre ya que era un sábado y yo podía viajar
desde Buenos Aires el viernes a la noche. Aparte, era mi cumpleaños y lo quería
pasar con mi familia y amigos, pero el 29 (que teníamos otro en agenda) era
viernes y no podía estar.
Un cada vez más frecuente concurrente a los ensayos era
Javier Cappello, quien tocaba teclados, y a él le fue ofrecida la vacante que
yo iba a dejar. El problema era que sólo había un par de semanas de por medio y
Javier (de sólo 15 años, lejos de los 20 del Negro, los 21 de Gustavo y los
casi 24 de Marcelo y míos) debería aprender el repertorio de la banda y aparte
había que pensar en si el teclado se adaptaba a temas que habían sido
compuestos y arreglados para dos guitarras. Algunos de los temas más viejos
podían venir bien, ya que la formación original contaba con un tecladista.,
pero ya prácticamente habían sido desechados del repertorio, salvo “Camina, no
te quedes”.
Cumplimos con el show de Pihué con el local completamente
lleno (aunque no era muy difícil llenarlo dado su poco espacio). Creo que fue
uno de los shows más largos en que participé (salvo el de la Segat). Mi amigo Gerardo
Flores se encargó de dibujar un afiche que pegamos por diversos lugares
céntricos y finalmente, durante el concierto se anunció que sería mi despedida
de la banda. Recuerdo a algunos miembros de Deimos en la primera fila y, en un
momento, Gabriel me dice “se te desafinó la guitarra”, a lo que le contesté,
alargando el mástil hacia él “tomá, afinala vos que sos más rápido” (o menos
sordo). El repertorio constó de lo clásico del momento: “Ella baila”,
“Derribando paredes”, un blues aún sin título, “Camina, no te quedes”,
“Holocausto oriental”, dejando para el final “No dejes que muera el rock and
roll” con la coda de “Estrato Disco Show”, que en sólo un mes se había
transformado en el tema más pedido de la banda. Para el bis presentamos un tema
nuevo “Doy rock and roll” y hasta pidieron un segundo bis que nos sorprendió ya
que no habíamos preparado más temas y por eso repetimos “Derribando paredes”.
Así se fue mi “historia oficial” dentro de la banda. A la
semana siguiente debutó Javier tocando un tema nuevo, más algunos de los viejos
y el 6 de Septiembre volví para tocar en la Rural, pero esta vez, bajo la condición de
“músico invitado” interpretando algunos de los temas que no se adaptaban al
teclado y cerrando los cinco (es decir otra alineación más sobre el escenario)
cantando con todos “No dejes que muera…”. De allí en adelante empieza otra
historia donde ocasionalmente participé y donde la información que mi memoria
me brinda es similar a lo que conté al principio, cuando no estaba. Pero eso es
tema para la tercera parte.
TERCERA PARTE – La banda vuelve a renacer de las cenizas
y hasta se agranda. La llegada al momento cumbre y el final.
OTRA FORMACION (Y VAN…)
Después de mi partida, la banda queda conformada con
Marcelo Género en guitarra, Javier Cappello en teclados, Gustavo Género en bajo
y Marcelo Cepeda en batería. El hecho de tener que radicarme en Buenos Aires
hizo que perdiera el contacto frecuente aunque en cada visita a la ciudad, no
perdía la oportunidad de pasar por algún ensayo. Sin embargo, no tengo
registros de la actividad de la banda entre Septiembre de 1986 y Mayo de 1987
cuando, terminada mi pasantía, retorné a Río Cuarto para empezar a preparar el
Proyecto que cerraría mi carrera universitaria. Durante ese lapso, salieron
algunos temas nuevos y, a mi vuelta, me encontré con que la banda tenía
agendados shows con bastante frecuencia. Y no perdí la oportunidad de estar
presente, ahora como espectador y también como músico invitado para algunos
temas. De hecho, para prolongar más el set, el show comenzaba con los temas
nuevos, creados durante la llegada de Javier, después yo lo reemplazaba para
hacer un par de temas viejos y finalmente los cinco cerrábamos con algún tema
común para todos, en especial el infaltable “No dejes que muera el rock and
roll”.
El 11 de Septiembre se celebró en el Teatro Municipal un
recital llamado 4x4 Rock – 16 músicos en escena, título tomado de que los
cuatro intérpretes contaban con cuatro integrantes cada uno, con la idea de
recaudar fondos para que las bandas participantes pudieran grabar. En esta
ocasión Estrato Volcán compartió el escenario con Deimos, Víctor Rapetti y
Privado. Las cuatro bandas vuelven a presentarse el 21 de Septiembre en Alpa
Corral.
En especial recuerdo una actuación en un local llamado “La Nuit” en Holmberg, un
bolichón que parecía de trampa, pero que fue escenario para la presentación de
un par de temas nuevos como “Hazme un lugar para amarte” y una versión aún
inconclusa de un tema que para mí fue uno de los mejores compuestos durante la
historia de la banda. En ese momento lo interpretamos como un instrumental e
inclusive no teníamos completamente definido cómo era el final. Poco después se
le puso letra y terminó siendo “Alerta roja” aunque el final quedó pendiente ya
que se lo usaba como previo al solo de batería y por lo tanto nunca se cerró
propiamente.
El 10 de Abril de 1987 se organizó en el Salón de Luz y
Fuerza, en Alvear 466, un recital llamado Subte Río ’87. Muchas bandas
invitadas, como 20/21, Triss (que haría su debut), Frecuencia 6.66, Dossier y
Estrato Volcán entre ellas. La cosa arrancó bien, pero con el correr del tiempo
el ambiente se fue caldeando y durante la actuación de Frecuencia 6.66 se armó
una gran trifulca que generó una suspensión momentánea de las actividades. El
show continuó pero ya no era lo mismo. La actuación de Estrato Volcán
transcurrió con respeto por parte de los asistentes y Marcelo propuso, como
acción conciliatoria, que todos los músicos cantaran sobre el escenario el coro
de “No dejes que muera el rock and roll”. Pasado ese momento, parecía que la
cosa se calmaba, sin embargo poco después los problemas volvieron y la
violencia ganó el ambiente. El festival se tuvo que suspender definitivamente,
dejando una mancha que muchos recuerdan. No era normal que este tipo de
reuniones terminaran así. Triss se quedó sin tocar. Su bajista, Sergio “Caballo
Loco” Gennero (nada que ver con los de Estrato), había sido parte del embrión
de Estrato Volcán y uno de los grandes impulsores de la banda. Sin embargo,
nunca llegó a tocar en vivo con la misma. En esta oportunidad se volvía a
frustrar la posibilidad del debut sobre el escenario.
También hubo otra actuación en Corchos y Corcheas, en el
subsuelo de la Galería Río
Cuarto. Se había pactado con el encargado un cachet no muy exigente, pero bueno
para las finanzas de la banda y además con la posibilidad de poder disponer de
algo de bebida libre. En la misma noche estaba programado también un dúo
acústico, uno de cuyos integrantes era Javier Mussano. Pocas semanas después,
se convertiría en el nuevo vocalista de la banda, dejando a Marcelo más
focalizado en la guitarra y participando solamente en los coros. El “algo” de
bebida libre parece que no quedó muy claro ya que dos miembros de la banda (que
no voy a decir quiénes) se tomaron todo y al momento de arreglar las cuentas,
el encargado nos pagó lo pactado y después nos cobró las bebidas alcohólicas
consumidas. Finalmente tuvimos que poner plata nosotros.
Más adelante hubo una frustrada presentación en Alcatraz,
en Coronel Moldes. Como siempre, cargamos las cosas en la Renoleta (no sé cómo
hacíamos para entrar todos, con equipos incluidos) y salimos a ver qué pasaba.
El arreglo con el dueño fue de que nos dejaba tocar si lo hacíamos antes de la
hora pico (aproximadamente la 1 de la mañana) y en el patio. Preparamos todo y
los acordes de la prueba de sonido empezaron a atraer gente. A eso de las 12 ya
había una cantidad interesante como para largar y nosotros habíamos dejado todo
armado para comenzar. Cerca de los instrumentos había unos bolsos con la ropa
que íbamos a usar que, de repente, desaparecieron. Gran bronca ya que con ellos
también se fueron algunos elementos necesarios para el show (micrófonos,
cables, baquetas de la bata,…) y finalmente no sólo no tocamos sino que nos
tuvimos que volver masticando la desazón. En el diario habían publicado el show
como “Estrato sale de la prisión”, haciendo juego de palabras con el nombre del
local.
EL MOMENTO CUMBRE: EL TEATRO MUNICIPAL
La entrada de Javier le dio un aire distinto a la banda,
ya que Marcelo, al liberarse de cantar, podía dedicarse más a los arreglos de
la guitarra y Javier también componía letras. Paralelamente, el sonido también
se endureció orientándose más al hard rock. Aquella frase de Fofó el día que me
enteré de la existencia de la banda sobre “una onda Whitesnake”, sumada a la
referencia que casi todos teníamos en Rainbow (verán que todo relacionado con
Deep Purple), se estaba plasmando en realidad. Al menos, la banda ya había
tenido tantos cambios de formación como Rainbow.
Para Agosto de 1987, la Municipalidad
organizó en el Teatro Municipal un concierto con cuatro bandas invitadas bajo
el nombre de Invierno Rock II (recuerden que el primero había sido en La Casona en 1985). Allí
estaban 20/21, Mucamos Cama Adentro (más tarde simplemente Los Mucamos),
Estrato Volcán y Triss. La acción se dividió en dos partes: los grupos más pop
tocaron primero y a 20/21 le correspondió la apertura. Los Mucamos cerraron la
primera etapa. Después de un intervalo, Estrato Volcán abrió la segunda parte
con un sonido que nunca le había escuchado a la banda. Tal vez el hecho de
tener a Jorge Sena en la consola de sonidos y en un local preparado para una
buena acústica, al contrario de los bares y galpones a los que estábamos
acostumbrados, haya hecho que por fin los instrumentos y las voces se hayan
escuchado claros y balanceados (aclaro que no estuve presente en el 4x4 Rock y
por lo tanto no tengo referencia para comparar). Un inconveniente de contacto
en los teclados hizo que éstos prácticamente no se escucharan hasta el segundo
tema, pero en el balance fue la vez que mejor los escuché. La introducción de
Mussano fue sencillamente espectacular. Su entrada al escenario cuando la banda
ya estaba tocando la intro de “Regreso al volcán” y sus palabras de “Buenas
Noches. Esto es Invierno Rock II. Esto es Rock and Roll. Esto es Estrato…” y el
Volcán gritado bien arriba al momento que la banda largaba con toda la polenta
sorprendió a más de uno de los que veníamos escuchando a la banda desde tiempo
atrás. La continuación con “Bajando a la oscuridad”, “Hazme un lugar para
amarte”, “Camina, no te quedes”, “Una oportunidad más” y “No dejes que muera el
rock and roll” (con un solo de guitarra como intro) mantuvo el nivel. El final
estaba preparado diferente a lo habitual. “Alerta roja” sería el tema que daría
el pie para el solo de batería y, sobre el final del mismo vendría el final con
“Derribando paredes”, momento en que me tocaba a mí subir al escenario donde
tenía que hacer la intro del tema. Durante la prueba de sonido habíamos
chequeado los balances y estaba todo bien. Dejé mi guitarra apoyada sobre el
ampli lista para tomarla sobre el final del solo de batería y arrancar. Cuando
el solo estaba por terminar, entramos en escena junto a Marcelo, me cuelgo la
guitarra, piso el pedal y espero la señal que iba a dar el teclado. Marcelo me
dice: “probá por las dudas, a ver si anda todo bien”. Espero un golpe de la
batería para que la nota quede disimulada, le pego a una cuerda y…desesperación
total !!!. Muda!!! Urgente me pongo a revisar los contactos en los cables,
prender y apagar el pedal y en eso llega la señal del teclado. El solo concluía
y yo tenía que hacer la intro. Marcelo me dijo “voy yo” y la mandó él y,
acercándose al micrófono y señalándome dice “Germán Ponce, en guitarra”. Y yo
en cuatro patas por el piso revisando los contactos de los cables atiné a
levantar una mano saludando a la audiencia para continuar tratando de
solucionar el tema. En un momento me pareció escuchar un sonido saliendo del
amplificador y dije “ya está” y me mandé hacia adelante a participar del tema.
Como siempre, al no tener retorno, lo normal era que escuchara a todo el mundo
menos mi propio instrumento, por lo que al día de hoy, incluso con una
grabación existente, no estoy seguro de si realmente toqué o sólo hice mímica.
Pero al menos me di el gusto de pisar el escenario del Teatro Municipal, el
templo máximo de la cultura riocuartense, con una banda de rock, cosa que no
era muy común por aquella época, salvo que se tratara de alguna banda de
trascendencia nacional (allí vi mi primer recital de rock en 1977 con La Máquina de Hacer Pájaros;
a Bubú, Raúl Porchetto, Alas y Pastoral al año siguiente y a Vox Dei en su gira
despedida en 1981). Derribando paredes terminó enganchado con un cover:
“Lucille”, un clásico de Little Richard que Deep Purple había utilizado como
bis en su gira de 1972. Y con eso se fue tal vez el mejor momento de Estrato
Volcán en su corta carrera. Aunque habría una oportunidad más de confirmarlo.
La reunión fue cerrada por Triss, que finalmente pudo tocar sobre un escenario
después de su frustrado debut en Luz y Fuerza, aunque “Caballo Loco” ya no
estaba en la formación. Paradójicamente, quien mucho había contagiado con su
entusiasmo a dos bandas (Estrato y Triss) nunca llegó a tocar oficialmente con
ellas. Aunque a Deep Purple le pasó lo mismo. Quien armó la banda y los juntó a
todos, se fue mucho antes de que empezaran a ser conocidos. Una razón más para
convencernos de que teníamos una historia en común con Blackmore y Cía. Antes
de ese show, Marcelo no estaba seguro de lo que podía llegar a pasar, ya que
Mussano venía faltando frecuentemente a los ensayos y le parecía que aún no
estaban a punto. Pero sobre las tablas, todos llegaron con las pilas bien
puestas y salió uno de los puntos culminantes en la carrera del grupo. Al día
siguiente en el diario Puntal, una nota de Ricardo Sánchez titulada “Bien, pero
en mal momento” hacía referencia a la buena convocatoria y actuación de las
bandas, pero en un momento poco apropiado ya que le quitó gente al show que esa
misma noche daba León Gieco en Central Argentino. De aquí se pueden sacar dos
conclusiones positivas: una, que cuatro bandas locales lograron convocar más
gente (o una cantidad similar) que una figura de trascendencia nacional y
popular (que siempre arrastra muchísima gente y más en aquella época) como León
Gieco. Segundo, que le hayamos arrancado a Sánchez al menos un “bien”, teniendo
en cuenta que siempre fue un enconado crítico de cualquier expresión rockera.
Siempre se manifestó a favor de la música “culta” sin especificar qué entendía
como tal. Pocas veces lo vi hacer críticas favorables de algo, inclusive el
cine, que era tomada como su “especialidad”. Es como si hubiera considerado que
su posición de “Crítico de Arte” le daba vía libre para hablar mal de todo sin
entender las causas por las cuales una determinada manifestación artística se
daba como tal. Muchos años después lo vi reflejado en el personaje de “Ego” en
la película “Ratatouille”.
LOS ULTIMOS SHOWS
Una semana después, se había agendado un show en
Valentino, en la galería frente a la plaza. Mussano se hizo cargo de dibujar un
afiche para la promoción del mismo, pero lamentablemente, el consorcio del
edificio en el cual está el bar, no permitió la presentación de la banda para
evitar quejas de los vecinos por ruidos molestos. Casi como que nos sentíamos
Los Beatles cuando tocaron en el techo de la
EMI. Pero a ellos los echaron después de un
largo rato. A nosotros ni siquiera nos dejaron empezar.
El 4 de Noviembre llegó la oportunidad de demostrar que
la actuación del Invierno Rock II no había sido casualidad. Otra vez la cita
fue en el Teatro Municipal compartiendo cartel nuevamente con Triss. Pero esta
vez había un ingrediente especial que volvió a conmocionar la banda. El Negro
Cepeda había anunciado su intención de dejar el grupo. Estaba en tratativas con
los Tamiozzo, que estaban armando Triptome y le interesaba más su propuesta
musical. La noticia cayó como un balde de agua fría. Había que arrancar de
nuevo a buscar baterista, que es bastante difícil, o al menos bajista con la
opción de pasar a Gustavo a la batería. El problema era que Gustavo no tenía el
instrumento, por lo que también necesitábamos una batería. Las ganas no eran
las mismas del año anterior. En poco menos de tres años de vida, ya contábamos
12 formaciones diferentes sobre el escenario, a veces con tres alineaciones
distintas en el mismo show, combinándonos entre nosotros en función de los
temas que conocíamos. Durante el show se presentaron dos temas nuevos, con
música de Marcelo y letra de Mussano: “Un grito en el silencio”, que hablaba
sobre el aborto y “Criaturas de la eternidad”. En el repertorio también se
incluyó un clásico del rock nacional, de la pluma de David Lebón: “Suéltate
rock and roll”. El final del show tuvo un leve cambio respecto a la versión del
invierno rock: “Derribando paredes” terminaría normalmente y yo me sumaría como
invitado a “No dejes que muera el rock and roll” y “Lucille”, que marcarían el
final. Allí no repetí los problemas anteriores aunque, como siempre, no pude
escuchar mi guitarra, esta vez una Aria Pro II generosamente cedida por Mariano
Villegas para la ocasión. Al menos me quedó una foto (que ni recuerdo quién la
sacó) como evidencia de que alguna vez estuve sobre el escenario del Teatro
tocando rock, cosa que no tenía de la vez anterior. Pero esta vez no hubo
grabación. También recuerdo un comentario hecho en el lugar por un conductor de
Radio Río Cuarto, que dijo: “suenan bien, pero la música que hacen es arcaica”.
Para mí la música no es vieja ni moderna. Y hasta dudaría en decir si es buena
o es mala. Es “me gusta o no me gusta” porque “me llega o no me llega”. Y lo
que hacíamos con Estrato me hacía sentir bien. Si no fuera así, ni siquiera
habría participado de ello. Y a lo largo de ese período pude ver que mucha
gente coincidía con nuestros gustos, y fue un placer haber tocado para
compartir esas sensaciones. Por eso no estoy de acuerdo con ese comentario, a
pesar de que lo dijo una persona que respeto mucho.
La noche la cerró Triss que, casualmente, también
despedían a su baterista Walter Duarte.
La salida del Negro Cepeda, dejó a la banda en un pozo y
para principios de 1988 se consiguió una actuación en Regim’s, en un evento que
no recuerdo quién organizó pero había mucha gente. La fecha pactada fue el 21
de Abril de 1988, hace exactamente 25 años, y dados los problemas que había
para formar la banda, se anunció que éste sería su último recital. El puesto de
baterista fue ocupado por el “Puma” David Dávila, quien había tocado en Huanaco
Rock y Trama, entre otros grupos. Durante la prueba de sonido ya se empezó a
ver que no iba a salir como en el teatro. A pesar de haber un sonidista para
ecualizar, no pudimos conseguir un balance ideal. El sonidista tenía una amplia
experiencia en el tema, pero no consiguió balancear todo correctamente. Como
corolario, el show fue lamentable. Aún aquella ya lejana presentación en Los
Incas de Achiras sonó mejor. La voz de Mussano no se escuchaba, el teclado
tampoco, la batería tapaba la mayoría de los instrumentos, la guitarra acoplaba
y el bajo era una bola de graves. Y la sensación que se vivía sobre el
escenario daba cuenta de que esto se notaba allí arriba y, sumado a que era la
última presentación, la intención de “ojalá termine todo rápido” ganaba
rápidamente la mente de los músicos. Esta vez no participé como invitado y lo
sufrí desde abajo. Grabé toda la actuación y días después la borré porque no
quise quedarme con tan mal recuerdo de una de las etapas que más había
disfrutado en mi vida. Estrato Volcán no se merecía semejante final.
En ese momento hacía poco más de un mes que me había
recibido de Ingeniero Quimico y en cuestión de minutos me había transformado de
“estudiante avanzado” en “profesional desocupado”. Mi anterior experiencia
laboral en Buenos Aires pronto me abriría las puertas a nuevas oportunidades.
En Agosto de 1988 estaba partiendo hacia un nuevo trabajo en la ciudad de La Plata. Poco después, Marcelo se
casó y durante la fiesta hubo un pequeño revival donde, con él a la guitarra,
Gustavo en la batería y yo en el bajo, interpretamos la “Lucille” con que se
venían cerrando los últimos shows. Había venido desde La Plata especialmente para esa
ocasión. Mi vida laboral se estaba armando fuera de la ciudad y ya no volvería
a Río Cuarto, salvo esporádicamente para visitar a mi familia. Después de La Plata, me fui a Río Tercero
a hacer la colimba que tenía pendiente, laburé allí, después en Rosario y después
volví a Rio Tercero para luego mudarme definitivamente a Buenos Aires, donde
estoy desde hace 21 años. No volví a ver a Gustavo después del casamiento de
Marcelo, con quien me reencontré el año pasado después de 17 años sin vernos.
Javier Cappello también compartió un rato con nosotros. Algunas fotos y videos
de la ocasión han quedado guardados en mi usuario de Facebook. Marcelo armó en
su momento Viejo Reloj, Antigua Dama y Vieja Medicina, todas bandas dedicadas a
recrear los éxitos de Creedence, Los Beatles y otros grandes de los 60. Tampoco
volvi a ver a Javier Mussano, ni al Rulo Zandarín, que se había mudado al Sur
poco después de su vuelta de la colimba. A principios de 1989 me encontré con
el Negro Cepeda en la entrada de la Federación Argentina
de Box, en Buenos Aires, intentando ver a Vox Dei. Había estado tocando con
Dhak y estaba en ese momento ensayando con otra banda. Tampoco lo volví a ver y
pasó mucho tiempo antes que me enterara que ahora está tocando con el Flaco
Cassini junto a Pappo, Spinetta, Luca, Federico Moura, Moro y tantos otros que
nos han dejado.
Como dije, Estrato Volcán forma parte de uno de los
mejores recuerdos de mi vida. Aquellos ensayos, las tardes en la piecita
compartidas con Dossier, la organización del concierto en la Segat y los viajes a Achiras
quedarán por siempre grabados en mi memoria (por eso las puedo escribir). A
veces miro la página de Proyecto Rock y me alegro de la iniciativa de Fer de
llevar a cabo algo que siempre quise hacer. Sin embargo, y tal vez por la
juventud de muchos de los miembros, veo que pocos se acuerdan de la banda
cuando nombran a quienes estaban activos allá por los 80, a pesar de que fuimos unos
de los que más tocamos entre fines del 85 y mitad del 87. Tal vez nuestro
legado no fue todo lo contundente que hubiéramos querido, aunque muchos
recuerdan el “No dejes que muera el rock and roll”. A pesar de ser un tema
ganchero, que para mí no fue el mejor que hicimos, tenía un mensaje a partir
del título que resumía nuestra actitud. Seguimos pensando así. Y nunca lo vamos
a dejar morir.
Comentarios
Publicar un comentario